1.-
Elegir el lugar y el momento
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Se practica 24
horas aunque reservamos un tiempo para una práctica específica que la impulse.
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Al principio
cuesta encontrar un “nivel de activación” que nos permita quietud y escucha.
Como consecuencia hay muchas resistencias. La mente no quiere parar y
manifiesta desagrado por el silencio. Reconocer esto en nosotros, respetar un
tiempo para “entrar” y otro para “salir” de la práctica hasta desarrollar un
estado de activación o “tensión justa” que podamos mantener las 24 horas y que
nos permita pasar fácilmente de la escucha a la actividad.
2.-
La postura
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Se puede meditar
en cualquier postura y cualquier momento
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Mientras
encontramos el estado de “Tensión justa” la posición mas adecuada es la
vertical, sentados o de pie con la columna vertebral alienada. Esto permite que
mantengamos una alerta y al mismo tiempo que nos relajemos. También es la
postura ideal para regular el Qi, lo que es propio del Qi Gong.
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La posición
vertical crea una dinámica energética particular al conectar el qi que proviene
del cielo con el que llega de la tierra.
3.-
De la relajación a la regulación del espíritu.
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Meditar es un
estado de silencio interior y de profunda presencia. Para llegar aquí nos
educamos en irnos quitando las resistencias que son capas de tensión física,
emocional y de actitud.
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Primero
aprendemos a relajarnos, a regular la respiración y la mente. Estos tres
aspectos se complementan. Mas relajados mas quietud mental y una respiración
mas lenta, profunda y equilibrada. Las tres se regulan mutuamente por lo que
podemos apoyarnos en una o en otra según sintamos.
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Cuando la mente
esta tranquila es más fácil “enfocar”. Esta nueva capacidad de concentración nos
ayuda a ponernos al mando de la atención e ir poco a poco acercándonos al
estado meditativo. En Qi Gong
fortalecemos la atención aprendiendo a dirigir el Qi. No tiene sentido
embarcarnos en esta práctica si la mente no está relajada.
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El Qi tiene una
influencia sobre el cuerpo físico, mental y emocional. Podemos desbloquear su
circulación, aumentarlo y dirigirlo a lugares concretos. Incidimos así en la
salud, y también en los Estados de Conciencia.
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Cuando estamos
relajados y alerta podemos más fácilmente observar nuestro mundo interior,
también en la vida cotidiana. De esta manera es posible tomar decisiones “más
libres”, menos condicionadas y menos reactivas. La simple observación desapegada
de nosotros mismos promueve profundos cambios. Conoceremos nuestras intenciones
y su poder sobre la materia y la energía.
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Se trata de
reconocer que lo que llamamos “yo” es usualmente una estructura de condicionamientos
sobre los que construimos una identidad. La naturaleza arbitraria y separadora
de esta identidad es causa de un gran sufrimiento. Aprender a observarla para
trascenderla. Nada de esto puede hacerse con éxito a través del análisis
racional solamente, sino a través de la experiencia sensitiva directa.